mercedes formica en la decada de los cincuenta

El filólogo gaditano Miguel Soler Gallo ha editado un libro que contiene dos obras de Mercedes Formica: 'La ciudad perdida' (1951) y 'El secreto' (1953), en el marco de los actos conmemorativos del centenario del nacimiento de la escritora y abogada Mercedes Formica, que se presenta a través de esta nota remitida a Portal de Cádiz:

 

En octubre de 2015 se produjo uno de los hechos más lamentables contra la historia del feminismo español, la retirada del busto de la escritora y abogada Mercedes Formica de la Plaza del Palillero, el cual fue colocado el 2 de diciembre de 2014 como colofón a los actos celebrados con motivo del centenario de su nacimiento en Cádiz en 2013, y que se iniciaron con la exposición “Un grito en el silencio. Mercedes Formica (1913-2002)”, la cual pudo visitarse en la Sala Cigarreras del Centro Integral de la Mujer, desde noviembre de 2013 hasta junio de 2014. El filólogo gaditano Miguel Soler Gallo, doctor por la Universidad de Salamanca e impulsor del legado de Formica, fue el artífice de aquellos actos al haber sido beneficiario de una beca de investigación, que por entonces otorgaba la Fundación Municipal de la Mujer, para reconstruir la vida y la obra de la gaditana, y haber hallado, durante el estudio, la partida bautismal donde constaba la fecha completa y correcta de su nacimiento, hasta entonces erróneamente señalada. Fue este el motivo por el que, desde el Ayuntamiento regido por Teófila Martínez y la Fundación Municipal de la Mujer, se decidió preparar el homenaje. 

portada del nuevo volumen de formica editado por renacimiento

Tras ganar las elecciones Por Cádiz Sí Se Puede y Ganar Cádiz en Común, en junio de 2015, Mercedes Formica se situó en la diana. Y en octubre de ese año se retiró su busto y se marcó su memoria con los peores agravios posibles. En un principio, se dijo que había sido para evitar su deterioro al estar en la vía pública, pero después se expusieron los verdaderos motivos: “fascista, instigadora del Golpe del 36, fiel a la obra de Franco y seguidora del modelo de mujer del Régimen”. Nada de lo manifestado se ajustaba a la realidad. Se estaba ultrajando el recuerdo de una de las mujeres que más han trabajado en España por la igualdad y en un tiempo tan difícil como la dictadura. Formica no solo reivindicó una mejora de la situación jurídica de las españolas en el papel o través de su voz, sino que sus aspiraciones quedaron recogidas en leyes y consiguió, tras una ardua campaña en solitario y amenazada por el poder, la primera reforma del Código Civil para incluir derechos a las mujeres desde la promulgación de este cuerpo legal en 1889. 66 artículos que concedieron dignidad a la población femenina y que afectaron a otros cuerpos como el Código de Comercio, Ley de Enjuiciamiento Civil y Código Penal. Esta reforma, de la que apenas existe conocimiento ni en el ámbito del Derecho, supuso toda una revolución en materia de derechos humanos y fue la base de posteriores modificaciones en el camino hacia la igualdad, ya en la democracia, recuerda Soler. Casi de inmediato, personas relevantes del ámbito judicial, de la política, de las letras y la cultura salieron en defensa de Mercedes Formica: la abogada Amparo Rubiales, el periodista Isaías Lafuente, la magistrada del Tribunal Superior de Justicia de Canarias y miembro fundador de la Asociación Española de Mujeres Juezas (AEMJ), Glòria Poyatos Matas, las escritoras Rosa Regàs, Laura Freixas y Ana Rossetti, entre otros nombres, lamentaron la ofensa a Formica y criticaron el sectarismo y la ignorancia del equipo de gobierno gaditano. De aquello nunca hubo rectificación y su nombre se sigue ocultando sistemáticamente de cualquier acto o evento vinculado con el feminismo en la ciudad. Por fortuna, en mayo de 2017, el Comisionado de la Memoria Histórica del Ayuntamiento de Madrid, con Manuela Carmena al frente, le dedicó una calle en su honor en el distrito de Salamanca, por su defensa de los derechos de las mujeres y la denuncia de la violencia machista. Por otro lado, hay que señalar que el Centro Integral de la Mujer de Cádiz posee un Centro de Documentación bibliográfica de la Mujer que lleva su nombre desde 2004, aunque, en su etapa reciente, poca preocupación se ha mostrado hacia su obra.

Mercedes Formica nació en Cádiz el 9 de agosto de 1913, en la calle Sacramento, en el barrio del Balón, hoy la parte de aquella calle se denomina Benito Pérez Galdós, en un palacete que fue derribado para erigir la Escuela Superior de Ingeniería, y donde estaba la fábrica Lebon, que dirigía su padre, José Formica-Corsi, y falleció en Málaga el 22 de abril de 2002. Perteneciente a la generación del 36, destacó en la narrativa, en su profesión como abogada (fue la primera mujer en estudiar Derecho en la Universidad de Sevilla en el curso 1931-32 y una de las tres letradas en activo en el Madrid de los años cincuenta) y en diferentes medios de comunicación en los que colaboraba como articulista, especialmente en ABC. Precisamente en este diario publicó el 7 de noviembre de1953, tras tres meses retenido por la censura, el artículo “El domicilio conyugal”, en el que denunciaba la violencia machista en pleno franquismo a través de la historia de Antonia Pernia Obrador, ciudadana madrileña que agonizaba en un hospital, víctima de más de doce cuchilladas que recibió de manos de su marido y de quien no podía separarse porque lo perdía todo: hijos, casa y bienes. Con este texto, iniciaba Formica su particular campaña para reformar unas leyes que situaban a las mujeres españolas al mismo nivel que los menores de edad, los condenados o con problemas mentales. Medios nacionales e internacionales se hicieron eco de las reivindicaciones de la abogada de Cádiz. El 26 de noviembre de 1953, The New York Times publicaba un artículo con el titular “Leyes deplorables para las esposas españolas” y se definía a Formica como “adalid de los derechos de las mujeres en España”. El 7 de diciembre, la prestigiosa revista Time dedicaba una página al asunto con el espectacular titular “Spain: Woman’s Day?”, donde se elogiaba el arrojo de “la andaluza que ya había roto moldes para tener una carrera”. El 18 de diciembre, el periódico alemán Kölner Stadt-Anzeiger recogía en sus páginas las siguientes palabras: 

“Lucha la abogada de 40 años de edad, Mercedes Formica, la que pide la igualdad en el Derecho Matrimonial. Hoy tienen que abandonar las mujeres españolas sus hogares y sus hijos cuando se separan. Una disposición que la señora Formica marca a hierro candente y considera injusta”.

mercedes formica y su busto

La gaditana trabajó incansablemente por cambiar leyes que habían estado vigentes en la Monarquía de Alfonso XIII, la II República y en el franquismo. Y lo logró con “la reformica”, como denominó el abogado e íntimo amigo suyo Antonio Garrigues a la reforma de 1958, mediante un simpático juego con su apellido y no porque fuese pequeña e insustancial, como han querido ver en dicho sobrenombre determinados sectores a quienes no les interesa que esta historia sea conocida. Todo porque, al producirse el divorcio de sus padres, en octubre de 1933, al quedar su madre, Amalia Hezode, ella misma y sus hermanas en una situación lamentable, decidió afiliarse al movimiento Falange Española, que en aquel momento surgía como oposición al gobierno republicano y al que consideraba responsable de haber destruido su familia y su mundo. Personalidades como Baroja, Azorín, Ortega y Gasset, Unamuno sintieron en algunos momentos fascinación por la retórica joseantoniana, y también Ridruejo, Torrente Ballester o Pedro Laín Entralgo. No obstante, Mercedes Formica dejó toda vinculación política tras el fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera, jamás aceptó el decreto de unificación de abril del 37 y consideró la guerra civil española un episodio impuesto, salvaje y sin ninguna virtud, que cambió el devenir natural del tiempo. Su militancia en la primitiva Falange, siempre desde el ámbito universitario, duró de 1933 a 1936, de los 20 a los 23 años. Tres años de juventud que no deberían obstaculizar ningún reconocimiento a su figura, expresa Miguel Soler Gallo.

No debe obviarse que la Ley de Divorcio republicana de 1932, pese a suponer un avance en la materia, no fue del todo progresista. El artículo 44, apartado segundo, regulaba el humillante e ignominioso “depósito de la mujer casada” por considerarse el domicilio conyugal “casa del marido”. La esposa en trance de divorcio (o de separación antes y después de la República) debía ser “depositada” en el domicilio de un familiar/conocido, un “depositario”, concertado por el marido, aunque este fuese un  maltratador, lejos de donde vivía o, si no había opciones, en un convento, durante el tiempo del proceso que, con apelaciones, podía extenderse entre siete y nueve años, con restricciones para ver a sus hijos, como le pasó a la familia de Formica, al quedar el único varón en poder del padre y alejado para siempre de su madre y hermanas. Tampoco existía garantía de equidad en la repartición de los bienes, incluso pasaban al marido aquellos que eran propiedad de la esposa antes de contraer matrimonio y la pensión no siempre quedaba garantizada. Carmen de Burgos o Margarita Nelken ya habían denunciado en su tiempo la misma situación que denunció Mercedes Formica en el suyo. La reforma del 58, “la reformica”, entre otros muchos aspectos, suprimió el “depósito de la mujer casada” y se cambió el concepto de “casa del marido” por domicilio conyugal, de manera que la justicia determinaba cuál de los cónyuges, pensando en el bienestar de la descendencia, debía quedar en el domicilio y que no siempre fuese la mujer, por costumbre y ley, la que debía abandonarlo. Asimismo, como apunta Soler, para que el marido pudiera administrar los bienes, fue necesario el consentimiento expreso de la esposa. Es cierto que siguió vigente la licencia marital, eliminada en 1975 gracias al impulso de otra abogada de la igualdad, María Telo, pero nada se hace sin huellas precedentes. Aparte de que Formica reclamó también esta supresión en los años finales del franquismo.

mercedes formica retratada por inge morath en el palacio de justicia de madrid. 1955

La editorial Renacimiento acaba de reeditar, en su colección Espuela de Plata de narrativa, dos nuevas obras de Mercedes Formica, La ciudad perdida, publicada originalmente en 1951, y El secreto, difundida en 1953. Miguel Soler es el editor de estas obras que se presentan en un volumen al que acompaña un prólogo de Luis Antonio de Villena. El filólogo gaditano continúa así un trabajo de recuperación de la obra de Formica, que se inició en 2015 con la publicación de Monte de Sancha (1950), sobrecogedor testimonio de los primeros meses de la Guerra Civil en Málaga; en 2018, con A instancia de parte y dos obras más, volumen que reúne la novela corta Bodoque (1944-45), el cuento “La mano de la niña” (1951) y la célebre novela A instancia de parte (1955), que destapaba las terribles diferencias legales en el tratamiento del adulterio, penado únicamente en el caso femenino, y en 2020 con la aparición del volumen Pequeña historia de ayer los tres tomos de memorias, Visto y vivido (1982), Escucho el silencio (1984) y Espejo roto. Y espejuelos (1998).

En el campo literario, la obra de Formica permite conocer aspectos relacionados con la Guerra Civil, la situación social y jurídica de las mujeres y de la infancia o, en general, el compromiso con los desvalidos, a quienes las esferas de poder habían situado en los márgenes de la sociedad. En definitiva, temas que constatan el íntimo contacto que mantuvo con su realidad y la necesidad de recrearla en sus ficciones. En este volumen reciente se muestra el valiente compromiso de la autora en sus argumentos dando voz a quienes se encontraban en una situación de incomprensión y de exclusión de todo orden, con pocas posibilidades de sobrevivir frente a un marco ambiental en el que predominaba la opresión y la ausencia de comunicación. Formica utiliza la escritura para revelar experiencias traumáticas y ofrecerles la memoria necesaria para que sus testimonios sean conocidos y sus silencios escuchados, pese a las restricciones impuestas por la censura. La guerra civil española, que truncó las vidas de quienes sintieron la derrota, como le sucede a Rafa, un excombatiente republicano en La ciudad perdida, o la mentira y la venganza en El secreto que llevan a Adalberto a ser condenado por un crimen que no cometió tras un penoso proceso judicial, son los puntos de partida para desarrollar estos itinerarios al margen de lo establecido. Representan dos creaciones singulares y muy desconocidas del panorama narrativo español de los años cincuenta del siglo XX. La ciudad perdida tuvo una adaptación cinematográfica en 1955 dirigida por Margarita Alexandre, pionera del cine español, y Rafael Torrecilla, y, del mismo modo, en 1961, Luis Escobar llevó la obra a escena con el título de Un hombre y una mujer.

“La reina literaria de la nostalgia”, como la denominó Francisco Umbral, o “la campeona de los derechos de la mujer en España”, en palabras de la periodista republicana Josefina Carabias, está siendo rescatada y su obra cada vez más (re)conocida por la sociedad y por el mundo literario. Soler Gallo ultima los detalles de la biografía de Formica, de más de trescientas páginas, y editará en un futuro próximo nuevas obras, algunas de ellas inéditas.

 


 

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