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Tren Tranvía de la Bahía de Cádiz / Junta de Andalucía

Corría el año 2012. Tras acabar mis estudios de bachillerato, me preparaba para ir a la Universidad. Iba a estudiar un Doble Grado en Derecho y Administración y Dirección de Empresas en Córdoba. Seis años de carrera, que se dicen pronto. Paseando por San Fernando, ciudad en la que resido, me imaginaba cuál sería el aspecto de la calle Real con el tranvía circulando por él, pues llevaba ya cuatro años en obras y aun no se veía atisbo de progreso. A día de la fecha, tras esos seis años, el tranvía sigue sin funcionar. Y yo sigo paseando por San Fernando imaginando cómo circulará el tranvía por la calle Real.

Este es uno de los más claros ejemplos de despilfarro del dinero público durante la época de bonanza. Alimentado por el crédito barato del BCE, España vivió entre los años 2003 y 2008 un boom económico sin precedentes, sustentado principalmente en la obra, tanto privada como pública. Digo privada porque en aquella época los bancos regalaban las hipotecas hasta al más primo de la clase. El que no se compraba un piso, un coche, y se iba de viaje a Disneyland con los niños era porque no quería, aunque no tuviera capacidad para devolverlo.

El dinero estaba loco. Y en épocas de tumulto, los políticos se suben al carro. La obra pública también se apuntó al disparate que vivimos y empezamos a ver a lo largo de la geografía nacional monumentos a la nada, puentes que te llevan a ninguna parte y rotondas sin salidas. En Cádiz capital tenemos varios ejemplos de ello. Pero el caso del tranvía de San Fernando es especialmente llamativo por los motivos que les voy a relatar a continuación.

El proyecto del tranvía viene rondando la cabeza de los políticos de la Bahía desde principios de siglo. Pero no es hasta el año 2007 cuando el pleno del Ayuntamiento de San Fernando decide iniciar en 2008 las obras del tranvía. Las fechas no son inocentes: son los años previos al estallido de la crisis. La justificación que dio en rueda de prensa el entonces Alcalde del Partido Andalucista Manuel de Bernardo fue rotunda: necesitamos un medio de transporte público que conecte las ciudades de San Fernando, Chiclana y Cádiz.

El detalle en el que no cayó (o no quiso caer) el Alcalde es que, por ejemplo, San Fernando y Cádiz ya están conectadas tanto por un tren de cercanías como por autobuses públicos. De hecho, el tranvía metropolitano tendría que ir hasta Cádiz por las vías del tren, con los problemas técnicos y logísticos que ello conlleva. Pero qué más da, si él en unos años no iba a estar ahí. Para más INRI, ni siquiera se hizo una investigación de mercado sobre la posible demanda que tendría un tranvía. Es decir, a día de hoy no sabemos si los potenciales usuarios del tranvía están dispuestos a coger este medio de transporte para ir y venir cotidianamente de una ciudad a otra. Esto es otra muestra más de la megalómana chapuza que es este tranvía.

Pero los problemas del tranvía no sólo estaban antes de que empezara a construirse. Lo gordo vino después. Para poder construir ese monumento a la idiotez y el despilfarro, era necesario expropiar algunas partes de la calle Real que pertenecían a usuarios privados. Pues tal fue la chapuza que el procedimiento de expropiación forzosa fue declarado nulo de pleno por el TSJ-A hasta en dos ocasiones. La Junta de Andalucía lo tiene recurrido ante el TS, que aún no se ha pronunciado.

Dejando de lado todos estos problemas políticos, jurídicos y económicos, no podemos dejar de mencionar lo agraviados que nos hemos visto los ciudadanos de San Fernando durante todo el proceso de la obra. Desde calles cortadas, polvo en las casas, ruido y malestar, hasta cambios en la propia configuración de la ciudad. No solo porque la calle Real sea ahora peatonal, sino porque plazas emblemáticas como el Carmen, la Alameda o la plaza del Rey han sido totalmente reformadas y ahora están irreconocibles. San Fernando perdió gran parte de su encanto con esta infecta obra que jamás debió ponerse en marcha.

El presupuesto inicial de la obra estaba en 225 millones de euros. Me da miedo pensar por cuánto irá ya. Todos hemos visto baldosas rotas, vías salidas del carril, materiales de segunda que han hecho que se tengan que rehacer las obras en varias ocasiones. Quién sabe cuánto tiempo tardará en ponerse el tranvía a funcionar, pero al ritmo que vamos creo que voy a tener que ir pensando en irme otros seis años a ver si a la vuelta lo han terminado ya.


Manuel Benítez PérezManuel Benítez Pérez

Graduado en Derecho por la Universidad de Córdoba

 


 

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