“Qué bonito, qué bonito, qué bonito estaría mi Cádiz, qué bonita sería mi Ciudad, que rebosaría de alegría cuando llega el Carnaval”. No, ya sé que no era así el famoso estribillo que resucita cada febrero, ni siquiera entra bien en la métrica, pero hemos llegado a un punto en el que tendremos que usar el condicional para imaginarnos un Carnaval en el que la alegría rebosara limpia, sana y para todos por las calles de uno de los lugares más bonitos del planeta y gran parte de la galaxia.

Qué bonito estaría mi Cádiz si el alcohol no siguiera consumiendo a jóvenes y no tan jóvenes, si no encabezara las opciones de ocio y descabezara a alguno que todavía, en pleno año 2024, no se ha enterado qué es esto del Carnaval de Cádiz. “No es una fiesta más, ni una feria de tantas”, como dijera Juan Carlos Aragón en aquel pasodoble de obligado estudio de Los Millonarios. Sin el cumplimiento de ese pasodoble no hay Credo, porque una cosa lleva a la otra. Lo demás es puro postureo. Maldito postureo.

Qué bonito estaría mi Cádiz si el respeto a los demás reinara, si existiera la consideración a quienes están cantando o escuchando, si la educación marcara las reglas de las coplas callejeras, si el civismo se transformara en calles sin insoportable olor a orina. A meado. La Ciudad más antigua de Occidente no merece vivir esto un mes al año. El barrio del Pópulo, el más antiguo de Occidente, ya ha vivido lo suficiente como para tener que amanecer ahogado en orina. Podrán mearse en nuestra fiesta, pero nadie debería mear en nuestra historia.

Qué bonito estaría mi Cádiz sin patosos, sin borrachos. “Si te sientan mal los cubatas, no te pongas metepata, ay acuéstate, ay acuéstate, ay acuéstate”, que dirían Los Cubatas. O mejor dicho, parafraseando a Ángel Gago, “que no vengan”, directamente. Todos hemos vivido situaciones con este tipo de personas intentando cazar al vuelo coplas callejeras. Y ojo, no ataco a todo el consumo del alcohol, gloria para aquellos que con cerveza en mano escuchan sus coplas respetando la fiesta. Toda la guasa de Momo para los que vienen a pisotear el Carnaval. Porque muchos vienen a eso. Y aunque es imposible evitar la llegada, sí es posible trabajar para que no quieran venir. Hace falta voluntad.

Qué bonito estaría mi Cádiz si el mundo del Carnaval se uniera dejando a un lado los egos, las envidias, los premios, la rivalidad. Todos unidos por un mismo objetivo. Buscando esa unión entre las agrupaciones, autores, asociaciones tanto del mundo carnavalesco como de Vecinos. Que esa unión se compenetre con el Ayuntamiento y todas las autoridades necesarias. Que aparezca la figura del alcalde Bruno García, que tiene así un reto para demostrar que un alcalde no está solo para acatar las órdenes de sus superiores. Es hora de actuar. Es hora de poner todas las herramientas posibles sobre la mesa.

La ingente cantidad de autobuses aparcados procedentes de todos los lugares de España que contrarresta con las trabas que ofrece el servicio público de la Bahía de Cádiz, los litros de orina y las toneladas de basura que son recogidas por los excepcionales trabajadores del servicio de limpieza, el ataque constante a los vecinos que son los que forman la Ciudad, hacen Ciudad y deciden con su voto, agrupaciones que temen altercados con patosos entre una nube de turistas y un sinfín de guerras silenciosas que se libran en suelo gaditano durante los días grandes de un Carnaval único en el mundo. Un Carnaval en peligro de extinción. Qué bonito estaría mi Cádiz si no se dejara extinguir del todo.

Es tiempo de hablar, escuchar, volver a hablar y volver a escuchar a Cádiz. El disfraz del egocentrismo que sirva para inaugurar el Museo del Carnaval como algo ya pasado. Al igual que Martínez Ares apunta con su guitarra desde Moret, ojalá todo el Carnaval apunte con coplas desde todos los rincones de Cádiz para recuperar y no dejar morir algo tan gaditano como el Carnaval. Que Cádiz siempre rebose de alegría y coplas cuando llegue febrero. Lo demás sobra.

Está en juego el Carnaval de Cádiz. Hay un año por delante para empezar a curar el virus que lo lleva poniendo en jaque durante años. Es ahora o nunca.

Qué bonito estará mi Cádiz entonces.

 

Javier Quiñones Miralles

 


 

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