XXIII Premio de Investigación Bibliográfica Bartolomé J. Gallardo / Ayuntamiento de Cádiz

El Ayuntamiento de Cádiz ha acogido este miércoles la presentación del XXIII Premio de Investigación Bibliográfica Bartolomé J. Gallardo. El acto ha contado con la participación del concejal de Presidencia del Consistorio gaditano, David Navarro, el alcalde del municipio de Campanario (Badajoz), Elías López y el concejal de Cultura y Festejos de Campanario, Raúl Ayuso.

El concejal de Presidencia del Ayuntamiento de Cádiz, ha destacado la vinculación del campanariense Gallardo a la ciudad gaditana durante el período de Las Cortes de Cádiz. “Es todo un honor que el Ayuntamiento de Campanario realice aquí la presentación de este premio que ha cumplido ya más de 20 ediciones y que lleva el nombre de Bartolomé José Gallardo, escritor, bibliógrafo, filólogo nacido en el municipio de Campanario, y que fue bibliotecario de las Cortes de Cádiz en 1811 y personaje muy combativo y satírico en todos sus escritos”. Publicó también poemas y una docena de artículos principalmente de erudición literario en periódicos de Cádiz, Madrid y Barcelona además de folletos con ataques políticos al principal grupo de escritores con pasado afrancesado.

Sobre su relación con la capital gaditana, David Navarro, se ha referido a la polémica literaria que protagonizó “en torno a la obra El Buscapié de Adolfo de Castro, a “la sazón, primer bibliotecario municipal de Cádiz y al que acusó de falsificarlo, lo que le costó un proceso por injurias y cuya sentencia, condenatoria para Gallardo, fue pronunciada pocos días antes de su muerte”.

La Fundación Municipal de Cultura en 2004 dentro de su colección de la Biblioteca de las Cortes de Cádiz le dedicó un estudio a su obra titulado La Razón Polémica coordinado por Beatriz Sánchez Hita y Daniel Muñoz Sempere.

El alcalde de Campanario, Elías López, ha destacado que este premio de investigación bibliográfica “es el más importante a nivel nacional y uno de los más importantes a nivel internacional”. “En 1998, y con una dotación de un millón de pesetas, se puso en marcha este premio en un municipio humilde pero que quería recordar la figura de este importante campanariense”.

Por su parte, el concejal de Cultura y Festejos, Raúl Ayuso, ha puesto en valor el prestigio del premio “que en sus más de veinte ediciones solo ha premiado 15 obras, quedando el resto de convocatorias desiertas, lo que demuestra la calidad de los trabajos”. En cuanto a lasa las bases de este certamen ha adelantado que el plazo de inscripción se abre hoy  y se podrán presentar los trabajos hasta el 19 de junio.  En él, podrán participar todos los autores con obras escritas en castellanos.

 

Biografía de Bartolomé J. Gallardo.


Gallardo y Blanco, Bartolomé José. Campanario (Badajoz), 13.VIII.1776 – Alcoy (Alicante), 14.IX.1852. Escritor, bibliógrafo, filólogo y bibliotecario.

Pasó su infancia y aprendió las primeras letras y latín en su ciudad natal, Campanario. En 1791 se trasladó a Salamanca, donde estudió Medicina. Se relacionó con diversos ambientes de la cultura salmantina; conoció bien, entre otros personajes destacados, al obispo ilustrado Antonio Tavira y al editor Francisco de Tójar. Entre 1802 y 1803 aparecieron siete números de un pequeño periódico redactado por Gallardo, El Soplón del diarista de Salamanca, con textos originales en prosa y verso y alguna traducción, en los que se manifestaba ya su afición a la sátira; en 1803 se imprimió su Memorial en defensa de las poesías póstumas de Don Josef Iglesias de la Casa, escrito por encargo de Tójar y prohibido y secuestrado de inmediato por la Inquisición, y en 1800 y 1803 se publicaron dos obras de medicina traducidas y prologadas por él. En esas obras juveniles quedaban de manifiesto la formación ilustrada de Gallardo, su vocación literaria y su interés por las más acuciantes cuestiones científicas, ideológicas y políticas de la época.

En 1801 tuvo Gallardo un primer empleo como aposentador del ejército francés, que regresaba a su país desde Portugal, donde había actuado de acuerdo con la política de Godoy y el tratado de Aranjuez. En febrero de 1804 fue nombrado oficial de la Contaduría de Propios de Salamanca y en 1805 ganó una cátedra de Francés en Madrid, en la Real Casa de Pages, cátedra que ocupó a partir del 1 de enero de 1806.

Desde el mismo año de 1806 intervino Gallardo en la vida cultural de la Corte con publicaciones de muy diverso tipo: erudición filológica, historia de la medicina, divulgación médica y retórica eclesiástica. En algunos casos fueron intervenciones polémicas en las que Gallardo cultivó registros satíricos. A lo largo de su vida utilizó diversos seudónimos, como Don Zurriago de Duras Testas, Caballero de los Palos, Bachiller de Fórnoles, Bachiller Tomé Lobar, Licenciado Palomeque, Dómine Lucas, Guzmán de Alfarache, José Teodoro Gramblalla, Nuño Vero, J. Claro de la Vera, B. D. Gáblaro Belardo. Entre sus textos ensayísticos, las voces “Sensaciones” y “Sentidos” que redactó para el diccionario de medicina de Antonio Ballano exponen sus ideas filosóficas fundamentales, que se inspiraban en las obras de los “ideólogos” franceses Antoine Destutt de Tracy y Pierre Cabanis.

El 2 de mayo de 1808 Gallardo se hallaba en Madrid.

Pocos días después partió hacia Extremadura, donde contribuyó a organizar la insurrección antinapoleónica.

A partir de mediados de 1809 Gallardo aparece vinculado a las actividades del conde del Montijo, inquieto personaje que colaboró en la resistencia pero actuó en contra de la Junta Central, hasta su disolución y el nombramiento de una regencia a principios de 1810. A partir de entonces el centro de la actividad política del campo napoleónico se trasladó a Cádiz y allí estuvo Gallardo desde el primer momento.

En enero de 1811 Gallardo fue nombrado bibliotecario de las Cortes. Poco después publicó un folleto satírico, Apología de los palos dados al Excmo. Sr. D. Lorenzo Calvo [...], de significado político ambiguo, que fue muy celebrado en la ciudad. En abril de 1812 apareció el Diccionario crítico-burlesco del que se titula “Diccionario razonado manual para inteligencia de ciertos escritores que por equivocación han nacido en España”. Respondía con esa obra al folleto antiliberal mencionado en el título, que había aparecido el año anterior.

El Diccionario de Gallardo se convirtió de inmediato en un símbolo de la combatividad liberal en el Cádiz asediado. Era una obra defensiva, que respondía a los ataques del Diccionario razonado, pero la respuesta iba mucho más allá que ese folleto. Aunque en la forma fragmentaria propia de un “diccionario”, señalaba muchos de los principios fundamentales de un pensamiento liberal de raíz ilustrada y su lenguaje oscilaba entre los tonos polémicos y satíricos que usaba para responder al Diccionario manual y combatir el oscurantismo reaccionario y los tonos solemnes y emotivos con los que esbozaba sus convicciones o creencias fundamentales, sin que faltaran pasajes narrativos y de sutil ironía y comicidad.

El Diccionario causó en Cádiz una gran conmoción.

Los grupos absolutistas se movilizaron, hubo una sesión secreta de las Cortes para tratar de la obra, ésta fue secuestrada y Gallardo detenido por orden de la Regencia y permaneció encarcelado del 22 de abril al 16 de julio. Se publicaron numerosos artículos y folletos a favor y en contra del Diccionario y en torno a él surgieron en los ambientes absolutistas y clericales diversas leyendas que han persistido hasta hace muy poco. En su fama influyeron obras de gran difusión en el siglo xix como las Cartas del filósofo rancio del dominico Francisco Alvarado y el Preservativo contra la irreligión del franciscano Rafael Vélez, tradición polémica que culminó con la Historia de los heterodoxos de Menéndez Pelayo.

Gallardo colaboró asiduamente durante la época de Cádiz en La Abeja española, de septiembre de 1812 a agosto de 1813, y, tras su traslado a Madrid con las Cortes, en La abeja madrileña, publicada de enero a mayo de 1814.

La reacción antiliberal que supuso el regreso de Fernando VII como Rey absoluto en 1814 obligó a Gallardo a huir al extranjero. Figuraba en primer lugar en una lista de liberales que los absolutistas querían prender en Madrid y, una vez se supo que había pasado a Portugal, intentaron detenerle allí, pero él consiguió llegar a Inglaterra. En su ausencia fue condenado a muerte, en un proceso cuya documentación se ha conservado.

En Londres Gallardo disfrutó como refugiado de una pensión del Gobierno inglés; pudo dedicarse a trabajar sobre asuntos literarios en varias bibliotecas y mantuvo relación con otros exiliados españoles y con personajes de la vida intelectual inglesa entre los que destaca el pensador Jeremy Bentham. Por otro lado, Gallardo publicó en la prensa de Londres y de París artículos sobre la situación en España bajo el absolutismo, llegó a publicar el prospecto de presentación de un periódico propio y participó en actividades políticas de la emigración. Así, en 1820, cuando “los ciudadanos Españoles del Comercio de Londres” decidieron celebrar la proclamación de la Constitución de 1812, tras el pronunciamiento de Rafael del Riego, fue Gallardo el encargado de pronunciar el discurso principal, su Alocución patriótica, publicada más tarde en folleto.

Gallardo regresó a Madrid en julio de 1820. Recuperó su empleo de bibliotecario de las Cortes y en los años siguientes intervino públicamente en dos ocasiones con folletos satíricos que ponían de manifiesto sus puntos de vista liberales: en mayo de 1821 con la Carta blanca sobre el negro folleto titulado Condiciones y semblanzas de los Diputados a Cortes y en enero o febrero de 1822 con Al Zurriago zurribanda: Ladrón al número 24. En documentos policiales, en las memorias de Antonio Alcalá Galiano y en algún escrito público se ha relacionado a Gallardo con diversas sociedades secretas o “sociedades patrióticas”, empezando por la masonería y los Comuneros, pero está por comprobar que tales noticias tengan fundamento.

En marzo de 1823, ante la inminente llegada de las tropas de la Santa Alianza para restaurar el absolutismo, las Cortes se trasladaron a Sevilla, llevando consigo a la fuerza a Fernando VII, y Gallardo se desplazó con ellas. El 13 de junio, al día siguiente de que las Cortes siguieran camino hacia Cádiz, fue asaltado en Sevilla un barco que contenía numerosos equipajes de gentes que viajaban con los diputados, y entre ellos el de Gallardo. Éste perdió allí, además de libros y manuscritos antiguos de valor, apuntes y materiales de trabajo acumulados durante más de una década de su intensa laboriosidad.

Las consecuencias del violento final del Trienio Constitucional para Gallardo no se redujeron, sin embargo, a aquellas pérdidas. Fue detenido y recluido durante una temporada en la cárcel de Sevilla, y más tarde sufrió un penoso destierro en Castro del Río (Córdoba). A pesar de las dificultades siguió trabajando.

Publicó media docena de poemas y una decena de artículos, principalmente de erudición literaria, en periódicos de Cádiz, Madrid y Barcelona, además de dos interesantes folletos, la Carta crítica en que se dice algo, de lo mucho que se pudiera, acerca del juicio establecido en cierta obra moderna sobre los célebres poetas españoles Lope de Vega y Valbuena, y otro algo en orden a la utilidad de aquella obra, de 1826, y los Cuatro palmetazos bien plantados por el Dómine Lúcas a los gazeteros de Bayona [...], de 1830; en ambos se mezclan erudición literaria y ataque político al principal grupo de escritores de pasado afrancesado (Hermosilla, Burgos, Miñano y Lista), que habían pasado a colaborar activamente con Fernando VII y sus designios absolutistas.

Por otro lado, el 3 de noviembre de 1833, antes también del regreso definitivo de Gallardo a Madrid, se publicó en El Correo Literario y Mercantil un artículo político suyo que provocó la prohibición del periódico; Gallardo satirizó el incidente en un relato alegórico (“El delito del dátil”) que publicó poco más tarde en Toledo, al parecer sin que la censura se percatara de su significado.

A finales de 1833 y principios de 1834 se preparaba el cambio del ministerio Cea por el ministerio Martínez de la Rosa. En ambos había de figurar como ministro de Fomento Francisco Javier de Burgos, consejero muy próximo de María Cristina, la reina gobernadora. El 28 de diciembre de 1833 Gallardo ponía fecha en Madrid a la dedicatoria burlesca de un nuevo folleto, Las letras de cambio, o los mercachifles literarios: Estrenas y Aguinaldos del Br. Tomé Lobar.

El texto del folleto volvía a asociar a Burgos con Miñano, Hermosilla y Lista. El tema aparente era en este caso la ridiculización del interés de tales personajes por las letras, pero la sustancia era una crítica del moderantismo liberal. El ministro reaccionó fulminantemente contra la publicación del folleto, que fue secuestrado; se intentó detener a Gallardo, que tuvo que esconderse durante algún tiempo, y se inició un ruidoso proceso que no concluyó hasta 1840.

A finales de marzo o principios de abril de 1835 se publicó la primera entrega de El Criticón, papel volante de Literatura y Bellas-artes, del que aparecieron cinco números, entre aquella fecha y el verano de 1836. En El Criticón trató Gallardo sobre todo temas de erudición y de crítica e historia literaria, aunque con alguna referencia satírica a la actualidad política.

A raíz de los movimientos populares de julio y agosto de 1836 volvió a proclamarse la Constitución de 1812 y en octubre de 1836, al organizarse las nuevas Cortes, Gallardo pudo recuperar su plaza de bibliotecario.

La ocupó hasta mayo de 1838, momento en el que se suprimió la Biblioteca de Cortes, y ése fue el último empleo público que tuvo. Entre tanto, en 1837, había sido elegido diputado para las Cortes elegidas con arreglo a la nueva Constitución promulgada en dicho año; se había presentado en Madrid, dentro de una lista en la que figuraba también Lorenzo Calvo de Rozas, el personaje principal de su Apología de los palos, y también en Badajoz, donde salió elegido.

Su actuación en las Cortes aparece marcada por la continuidad de sus actitudes anti-moderadas, que salen a relucir, por ejemplo, en su Discurso [...] sobre el párrafo de la paz, publicado en un folleto, en el que critica las ideas de Martínez de la Rosa sobre los procedimientos para lograr la paz con los carlistas. En noviembre de 1838, ante el predominio de sus adversarios en la Cámara y aduciendo que sus objetivos le parecían “del todo inasequibles, sin una mudanza fundamental en las personas y aun en las leyes que nos gobiernan”, Gallardo renunció a su escaño.

La actividad pública del escritor no se limitó a las Cortes. En 1837 protagonizó, por ejemplo, una polémica periodística con Juan Donoso Cortés y El Porvenir, publicación moderada que dirigía entonces éste.

El último episodio conocido de la actividad política de Gallardo es una polémica que mantuvo en enero de 1841 con el entonces presidente en funciones del Partido Progresista, Vicente Collantes.

En marzo de 1841 Gallardo solicitó su “clasificación” o jubilación; la obtuvo en el mes de mayo y a partir de entonces se inició la última fase de su trayectoria, caracterizada por una vida más retirada. A finales de 1836 o principios de 1837 había adquirido o readquirido cerca de Toledo una finca procedente de bienes desamortizados, “La Alberquilla”, y allí trasladó su residencia principal y sus libros. Ello no le impidió seguir trabajando muy intensamente en bibliotecas del propio Toledo, en la de El Escorial, en algunas de Madrid, Valladolid y, entre mayo de 1843 y septiembre de 1845, en varias de Andalucía.

Aún protagonizó Gallardo una última polémica literaria, a propósito de El Buscapié, de Adolfo de Castro, publicado en 1848. Había noticia de que Cervantes había escrito una obra con tal título en defensa del Quijote, y Adolfo de Castro, en el prólogo y las notas a su opúsculo, quiso hacer creer que la había encontrado y que era precisamente lo que allí publicaba.

Gallardo, a diferencia de otros eruditos, advirtió el engaño y fechó a 2 de mayo de 1851 su Zapatazo a Zapatilla, i a su falso Buscapié un puntillazo, publicado poco más tarde. En él explicaba en tono muy polémico los motivos por los que el Buscapié de Castro no podía ser más que una falsificación y atacaba a Castro además por unos artículos muy injuriosos que éste, enterado de las burlas sobre el Buscapié ya expresadas antes en privado por Gallardo, había publicado contra él. Gallardo criticaba también a Serafín Estébanez Calderón, amigo de Castro y con mucha influencia en la judicatura, y ello le costó un proceso por injurias, cuya sentencia, condenatoria para Gallardo, fue pronunciada pocos días antes de su muerte.

Gallardo murió el 14 de septiembre de 1852 en Alcoy, rodeado por algunos amigos, de regreso de un viaje a Valencia.

En sus últimos años Gallardo se dedicó intensamente a sus estudios bibliográficos y de historia literaria, basados en el conocimiento de primera mano de una inmensa variedad de obras impresas y manuscritas de la literatura española. Desde muy temprano las consideró con criterios artísticos renovadores, apartándose de las pautas neoclásicas; su interés por la literatura medieval y de los Siglos de Oro, que ha de relacionarse con el nuevo gusto romántico, influyó poderosamente en la evolución posterior de los estudios literarios españoles.

Su Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos, editado póstumamente, fue durante mucho tiempo una obra de referencia capital.

 


 

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