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El dilema entre la devoción y la responsabilidad cobró especial relevancia en el Domingo de Ramos en Cádiz, donde las condiciones climáticas adversas plantearon un escenario complejo para las hermandades. La decisión de salir o no en procesión, tomada por cada una bajo circunstancias inciertas, refleja una profunda reflexión sobre lo que significa vivir y expresar la fe en el contexto de la Semana Santa, especialmente para las hermandades del Despojado y la Sagrada Cena, que optaron por iniciar sus recorridos, en contraste con Borriquita, Las Penas y Humildad y Paciencia, que decidieron no hacerlo.

Desde la perspectiva de la devoción, la elección de salir en procesión, incluso frente a la amenaza de tormenta, representa un acto de fe y compromiso inquebrantable. La hermandad del Despojado, por ejemplo, inició su marcha desde el colegio de los Salesianos a un paso incluso más ligero del que acostumbra a marcar, teniendo que refugiarse en la Catedral de Cádiz tras soportar una llovizna acompañada de barro ya prevista en los partes meteorológicos. Este gesto puede interpretarse como una expresión de la devoción que trasciende las adversidades, un testimonio vivo de la fe que anima a la hermandad, pero también un riesgo evaluable hacia el rico patrimonio que la corporación salesiana comienza a vislumbrar.

En el caso de la Sagrada Cena, la decisión de salir más tarde de lo previsto y eventualmente dar la vuelta, ilustra igualmente esta tensión entre el deseo de manifestar la fe públicamente y la responsabilidad de proteger el patrimonio. Aunque el recorrido no se completó, la intención y el esfuerzo por salir denotan un compromiso con las tradiciones, con sus hermanos y con los devotos y fieles que esperaban ver la procesión, ¿pero a qué precio?.

Por otro lado,  Borriquita, Las Penas y Humildad y Paciencia optaron por la vía de no salir, priorizando la protección de sus imágenes y pasos, así como la seguridad de los participantes y espectadores. Esta elección subraya una comprensión profunda de la devoción como un compromiso que va más allá de las manifestaciones públicas, reconociendo que la verdadera esencia de la fe reside en hacer hermandad y priorizando el cuidado y la preservación del legado patrimonial.

Los gastos realizados en la preparación de la procesión, como la contratación de bandas de música, son factores pragmáticos que también influyen en la decisión de salir. Estos aspectos materiales, aunque secundarios respecto al compromiso espiritual y patrimonial, tienen su peso en la balanza de decisiones, pues representan el esfuerzo y la dedicación de las hermandades a lo largo del año en preparación para estos eventos.

Cada junta de gobierno de hermandad y cofradía es soberana de decidir lo que mejor considere. La decisión de salir en procesión, en este contexto, se convierte en una metáfora del compromiso con la fe, que debe ser evaluado en cada circunstancia, sopesando la devoción y la responsabilidad. Y ese fue el contexto que Despojado y Sagrada Cena pusieron para decidir una cosa; y Borriquita, Las Penas y Humildad y Paciencia, para decidir otra.

Ambas decisiones, en sus respectivos contextos, reflejan la complejidad y la profundidad de lo que significa vivir la Semana Santa en Cádiz, un equilibrio entre la expresión de la fe y el cuidado del legado recibido. Todo opinable, todo cuestionable, pero ante todo decisiones respetables tomadas por cofrades y hermanos que buscan siempre lo mejor para su cofradía o hermandad, aunque la decisión siempre no sea la más acertada.

 

Jesús Manuel López Capell

 


 

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