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La voz del pueblo ha hablado, y lo ha hecho de forma contundente: Los andaluces han decidido seguir confiando en el proyecto de Juanma Moreno durante cuatro años más, buena prueba de ello ha sido la amplia mayoría que la ciudadanía ha conferido al recién elegido presidente de la Junta de Andalucía.

Cincuenta y ocho escaños que le permitirán poder llevar a cabo su programa electoral sin tensiones y poder seguir desarrollando un proyecto para Andalucía que comenzó un 2 de diciembre de 2018, gracias al pacto con Ciudadanos y al apoyo de VOX en la investidura, que dio a Moreno la oportunidad de gobernar en Andalucía y que la bancada del antiguo Hospital de las Cinco Llagas que hasta el momento siempre había estado vestida de rojo, pasara a vestirse de azul y naranja.

De lo ocurrido ayer no solo nos podemos quedar con el amplio respaldo obtenido por Moreno y su equipo, sino que hemos de ir más allá. Hay otro mensaje inherente, un secreto a voces que pocos han sabido interpretar y escuchar: Los andaluces no quieren posiciones extremas, los hombres y mujeres de esta tierra gritaron ayer con fuerzas en las urnas que en Andalucía se premia la moderación, el talante y el diálogo, y esas cualidades Moreno ha sabido explotarlas muy bien durante toda la legislatura.

La pandemia del COVID permitió que Moreno llegara a la intimidad de todos los hogares andaluces y que su moderación fuera poco a poco calando en un pueblo que no entiende de otra cosa que no sea trabajar y trabajar, pese a los falsos estereotipos que desde otros lugares de este bendito país nos quieran colgar.

Ese “Aló presidente” que Pedro Sánchez intentó utilizar sin éxito porque no era en absoluto creíble, ha sido precisamente lo que, como si de una lluvia fina se tratara, chirimiri como le llaman en el norte, ha ido penetrando poco a poco en una Andalucía que había perdido la esperanza de un futuro mejor. Hasta el punto de que se les ha perdonado en las urnas sus meteduras de pata en Sanidad, una de las consejerías más difíciles de gestionar, y en la que no han estado precisamente brillantes, o su falta de contundencia en esclarecer el tema de los EREs.

Con un PSOE en la oposición roto y sin digerir la derrota desde 2018, y una bancada de VOX que ni supo vender su labor de oposición ni ha sabido construir un programa electoral que pusiera en valor para qué ha servido la labor desarrollada por sus 12 diputados durante toda la legislatura.

 

De mujer a mujer: Olona has perdido tu tren

Siento decir que “El Macarenazo”, que rima con castañazo, ha acabado siendo un importante fracaso para la formación de Abascal en Andalucía sobre el que la dirección nacional debe reflexionar, hacer autocrítica y tomar medidas, para evitar que tengan que vivir a corto o medio plazo lo vivido ayer por Ciudadanos.

Estaban en el momento perfecto, tenían a la candidata perfecta, tres años y medio de experiencia en oposición para haber sido convertidos en el mejor de los programas electorales, disponían presupuesto, pero, sobre todo, tenían a los afiliados más motivados y fieles, y no supieron aprovechar todos los recursos a su disposición.

No supieron verlo, ni tampoco supieron escuchar a quiénes preocupados por la situación en el partido, le avisaban a uno y a otro lado, no solo de Andalucía, sino de toda España.

Nadie duda que durante la legislatura a los de Abascal les tocó bailar con la más fea, por un lado, han sido señalados por los partidos de izquierda como socios de Moreno, cuando nunca han estado dentro del gobierno, y por otro su estrategia de comunicación no ha puesto en valor las prolífica labor del grupo parlamentario durante la IX legislatura y que hubiera permitido que los de Abascal se hubieran quitado el calificativo de “extrema derecha” para haberse quedado en lo que realmente son, un partido de derechas.

Esas iniciativas registradas y luchadas en las comisiones y en los plenos, muchas de ellas aprobadas por el ejecutivo de Moreno y que después han acabado en el cajón del olvido, habrían cambiado sustancialmente lo ocurrido en la noche del 19-J. Y no me refiero a haber ganado las elecciones, sino a haber logrado ser la segunda fuerza política en Andalucía. Ese escenario si les hubiera permitido a los de Abascal confrontar ideas con los populares y afianzar el proyecto de VOX a nivel nacional.

Lo tenían todo para haber conseguido situar a VOX como segunda fuerza política en Andalucía, pero como le ocurrió a uno de los sirvientes de la parábola de los talentos, escondieron su bolsa de monedas y no supieron rentabilizarla.

En ese talego había monedas muy importantes, la primera de ellas, la más valiosa, las bases de la formación, unos afiliados y simpatizantes hastiados de la situación en el país y en Andalucía que vieron en Abascal y en sus primeros espadas a los salvadores de la patria, a unas personas valientes que se atrevían a decir lo que otros más políticamente correctos callaban.

Las bases de VOX, esas que llenas de ilusión se movilizaban por cada rincón del país, que hacían de oradores improvisados en los grupos de WhatsApp para vender un proyecto que pretendía devolver a España el esplendor perdido, comenzaron a sufrir la decepción del trato y el ninguneo que desde la dirección nacional se ha permitido que se lleve a cabo en las provincias. Unas provincias atemorizadas por los comisarios políticos impuestos por Tomás Fernández que sentenciaban a muerte a quiénes no les entraban por el ojo, aunque éstos hubieran sido parte fundamental de esos equipos que catapultaron a VOX a la primera división política.

Y al final, los de VOX han experimentado el cuento de los dos hermanos labradores y el burro, que terminó muriendo de inanición porque no lo alimentaban, y ese desánimo se ha palpado durante la campaña, con actos que en algunos casos han sido testimoniales y en el que solo han tenido presencia los cargos del partido, sin atraer a la ciudadanía. VOX se hablaba a sí mismo y estaba encantado de escucharse, y miraba para otro lado cuando esos “críticos” que de Levante a Poniente les alertaban de la mala situación, y siempre contestaban diciendo que el afiliado de VOX es el más fiel que existe, pero hasta los afiliados más fieles se cansan de no ser escuchados y ser ninguneados. Está claro que no hay mayor ciego que el que no quiere ver, y seguro que algunos se agarrarán a que han conseguido casi 100.000 votos más.

Pero la cruda realidad está ahí. VOX consiguió 396.607 votos en 2018 sin medios, sin agenda, sin campañas, tan solo tenían a un grupete de amigos que les unía un proyecto común su amor por España que vio premiado su humilde esfuerzo por el voto de cabreo de populares y socialistas.

Gracias a los 12 de VOX en Andalucía, luego llegarían los 24 de VOX en el Congreso y el partido de Abascal y Ortega Lara comenzaría su curva creciente en los parlamentos de Aragón, Asturias, Islas Baleares, Cantabria, Castilla y León, Cataluña, Madrid, Valencia, Murcia, Melilla y Asamblea de Ceuta, para continuar en las administraciones locales, dónde consiguieron colocar a algo más de medio millar de concejales, y duplicar sus resultados en la segunda convocatoria de elecciones generales celebradas en noviembre de 2019 que otorgaron a la formación de derechas 52 representantes.

Todo parecía ir viento en popa para VOX, que comenzó a convertirse en un movimiento emergente, sobre todo por su gran labor humanitaria durante la pandemia. Por primera vez, algunos medios generalistas empezaban a olvidar los términos “fascistas” o “extrema derecha” a la hora de hablar sobre ellos y poco a poco la ciudadanía empezaba a dejar de percibirlos como extremistas para pasar a verlos como personas con sentido común y voluntad de servicio.

Pero los de Abascal tenían una enorme debilidad, mayor aún que la falta de implantación: la comunicación interna.

Y la comunicación interna es fundamental para el buen funcionamiento de cualquier organización. Sin ella, no es posible coordinar las tareas de manera eficaz, integrar al equipo y poner en práctica la misión, la visión y los valores de la entidad.

Sin una buena estrategia de comunicación interna, con una estrategia errática de comunicación externa y sin la simpatía de los medios de comunicación, la gran labor desarrollada en el Parlamento de Andalucía quedó relegada al interior de las dependencias que el grupo ocupaba en el Palacio de las Cinco Llagas.

Valgan como ejemplo: La encarnizada oposición realizada por Ángela Mulas en la comisión de la Faffe, aquella parlamentaria que fue capaz de poner contra las cuerdas a la mujer de Juan Espadas, el trabajo de Eugenio Moltó en defensa del sector primario andaluz, las reivindicaciones de Rodrigo Alonso ante los problemas del agua para la agricultura, la defensa de Benito Morillo de la cultura o el gran trabajo de María José Piñero y Ana Díaz en Sanidad y.

Más de 3.000 iniciativas presentadas por un equipo de 12 personas, formado por profesionales de diferentes ámbitos sin experiencia política. Un trabajo, que bien podría haber sido la base de un programa electoral, que, en colaboración con las direcciones provinciales y los grupos municipales, habría dado a VOX la posibilidad de presentarse ante Andalucía con un programa electoral serio sin salirse de sus líneas rojas, ya que todas esas iniciativas contaban con el respaldo de la dirección nacional.

En su lugar, VOX prefirió un panfleto, de 10 medidas genéricas, vacías de contenido, que no podían competir contra la gestión de un Partido Popular que era vendida a los andaluces como el cambio de Andalucía.

Tampoco fueron capaces de sacar partido a su candidata, que a priori habría desmontado los argumentarios de la izquierda y los populares, una mujer brillante, altamente cualificada y a la que le avalaban su trayectoria profesional y su labor como secretaria general y portavoz adjunta del GPVOX en el Congreso.

¿Se imaginan ustedes lo que habría ocurrido si el equipo de campaña hubiera exaltado a la mujer que gracias a su esfuerzo y trabajo desde niña logró aprobar una de las oposiciones más difíciles que existen en este país? ¿O a la mujer que combatió con pasión y dedicación la corrupción y defendió a los cuerpos y fuerzas de seguridad? ¿o a la madre madura que por poco no se le pasa el arroz para realizarse en su maternidad? ¿o a esa valiente de dialéctica afiliada que encandilaba a propios y extraños con sus intervenciones en el Congreso de los Diputados? Pues solo van a poder imaginárselo, porque Macarena dejó pasar su tren de mostrarse ante Andalucía como esa mujer trabajadora, luchadora a la que la vida no le ha sido fácil y conectar al 100% con el pueblo andaluz, para que, en su lugar, se haya construido sobre ella una imagen tan cosificada, tan artificial, que ha rozado la caricatura.

VOX ha puesto de manifiesto que en casi cuatro años no ha aprendido casi nada de la tierra que le lanzó al estrellato, y quizás por eso no hayan caído en que no hay tierra más acogedora que esta, pero cuando se llega con humildad y no con aires de soberbia.

Precisamente el rechazo a la soberbia de esos antiguos señoritos andaluces es lo que, antaño, permitió al PSOE apoltronarse 37 años en el poder, hasta que los andaluces decidieron decir que ya estaba bien y que había que abrirse a otras formas de gestionar, y ahí, quién ha sabido hacerlo ha sido Juanma Moreno, mientras que VOX se empeñaba en hacer ver en sus mítines que 30.000 MENAS tienen colapsada la sanidad a la que tienen derecho 8.500.808 andaluces, Moreno presumía de gestión.

Una gestión sin grandes recetas, ni grandes fórmulas, pero que brillaba debido a la desastrosa gestión del anterior gobierno socialista más preocupado de esconderse del escándalo de la corrupción. Y ante eso, por poquito que hagas bien, el trabajo luce. Y es que, hablando en términos culinarios, el líder del PP andaluz ha sido capaz de hacer un puchero con pocos ingredientes, pero resultón, mientras que VOX no ha sabido cocinar a pesar de tener componentes en su haber que le habrían permitido presentar ante los andaluces un jugoso plato para lograrse con el mérito de ser la segunda fuerza política de Andalucía y desbancar al PSOE.

Mientras escribo este análisis, mi WhatsApp no para de pitar, la hinchada de VOX se encuentra dividida en dos grupos: Los que se alegran de que la formación haya logrado dos escaños más y animan a seguir luchando por el proyecto, y los críticos que vaticinan que al partido de Abascal podría pasarle lo que a Ciudadanos.

VOX habrá ganado dos diputados más, pasando de 12 a 14, pero esta “victoria” ha sabido a fracaso, la dirección nacional esperaba entre 22 y 25 escaños, y ha visto truncada una de sus mayores oportunidades de afianzar su proyecto nacional en la tierra que les aupó en 2018.

Quizás, porque esos mismos hombres y mujeres andaluzas, que en 2018 metieron en la urna la papeleta de VOX como voto de castigo, esperaban algo más de ellos tras tres años y medio en oposición que banderas y frases hechas. No cabe duda de que VOX fue el estudiante sorpresa en la evaluación de 2018, pero nadie puede negar que en 2022 ha sido un alumno demasiado confiado en el tirón de su marca que no ha sabido vender las tareas realizadas en este último curso político.

Una situación similar ya la vivió en 2012 el Partido Popular de Andalucía, una fecha que marcó un antes y un después para la formación, que fue una máquina de crear desencantados, y que terminó entrando en una crisis interna tan grave hasta el punto de que en 2018 Juanma Moreno estaba solo, nadie apostaba nada por él, diez años más tarde, ese mismo Juanma Moreno ha dado la vuelta a la tortilla y ha logrado realizar para el Partido Popular el mayor sueño de su historia: Conquistar Andalucía.

 


Ana María Ros Domínguez

Consultora en estrategia digital de negocio y comunicación política.
Análisis y diseño web. Formadora en competencia digitales.
www.tictacseo.es

 


 

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