digital 980x280px 6c788 


mercedes formica

A las 5 de la mañana del 9 de agosto de 1913 nacía en Cádiz la escritora y abogada Mercedes Formica, en la calle del Sacramento, donde se ubicaba la fábrica de Gas Lebón que dirigía su padre, el ingeniero industrial José Formica-Corsi, natural de Mataró. En la actualidad, esa parte se denomina Benito Pérez Galdós y el edificio fue derribado a finales de los cincuenta del pasado siglo para erigir la entonces Escuela Superior de Ingeniería. Estaba a punto de finalizar las obras del faro del castillo de San Sebastián, en el que su padre trabajaba y que entró en funcionamiento el 30 de septiembre. La luz, diáfana y reinante en la oscuridad de la noche, ayudaría a que los barcos no se estrellaran contra el pecho de Cádiz, arrastrados por la barriga del viento.

La ventana de la vivienda orientada al sur se abría sobre la puerta del Asilo de las Hermanitas de los Pobres. La de poniente, a la playa de la Caleta. La del lado norte, al Hospital Militar: “De la huerta de las Hermanitas llegaba el crujido de la noria y de lo más hondo de la calle los golpes de las pelotas que saltaban en las pistas del Club de Tenis”. La niña Mercedes creció percibiendo el sufrimiento de su madre, Amalia Hezode (nacida en Cádiz), quien no era feliz en su matrimonio, igual que lo sintieron sus hermanas, la mayor, María Luisa (fallecida en 1927), Elena, nacida en 1914, y Margarita (1918) –ya en Sevilla, nacerían José María (1927) y María (1931; fallecida a los catorce años)–. Sus gratos recuerdos infantiles están unidos a su niñera Amalia Cámara, que residía en el barrio de la Viña, su particular “Tía Norica”. Con ella, las hermanas paseaban por la ciudad. Por la zona de Canalejas, “donde estaban las oficinas de las navieras más destacadas: Trasatlántica, Trasmediterránea, Martínez de Pinillo, y los cafés donde se traficaba el contrabando de Cuba y Filipinas”. Por el muelle, “para observar los barcos que permanecían atracados como el Reina Victoria, el barco español más importante de aquella época”. Por el paseo de Labra (Plaza España), donde se entretenían mirando cómo se construía el monumento a las Cortes de Cádiz y a ‘la Pepa’: “Estaban las figuras de mármol tiradas en el suelo, y los obreros picaban, con sonsonete melancólico, los bloques cuadrados. Recuerdo que tardó mucho en construirse. ¡Mucho tiempo!”. 

La tristeza inundaba su interior al llegar al paseo de Labra ya que significaba el principio del fin del paseo: “Atravesábamos la Alameda, entonces entablillada de andamios; nos santiguábamos ante la iglesia del Carmen, contemplábamos, llenas de curiosidad, el cuartel de Artillería, con sus granadas en la puerta y sus centinelas de guardia, y nos metíamos en la Avenida de Wilson (posteriormente, Sacramento), dejando a un lado el parque Genovés”.

Algunas tardes iban a jugar a la plaza de Mina, el paraíso terrenal para cualquiera de su edad. “¡Plaza de Mina! De planta cuadrada, de losetas grises y bancos de yeso a su alrededor. ¡Acacias altísimas! En el centro crecía un jardín sembrado de uñas de león. Tan encajonada entre calles estaba que más parecía un patio particular”. Se distraían jugando al escondite, al diávolo o cantando el romance del rey viudo: “¿Dónde vas Alfonso XII, / dónde vas triste de ti? / Voy en busca de Mercedes / que ayer tarde no la vi”. Cuando se llegaba a lo de… “Merceditas ya está muerta, / muerta está que yo la vi, / la llevaban cuatro duques, / por las calles de Madrid…”, rompía a llorar sin consuelo: “–Si no eres tú. Si es una reina”… “–¡Ay, aunque fuese una reina!”: “Merceditas ya está muerta, / muerta está que yo la vi…”.

A Amalia Cámara le gustaba llevarlas a la Viña: “¡Era pura alegría! Pese a las necesidades, se sabía sacar el lado bueno de la vida. En este barrio de pescadores, puro y mágico, había siempre bullicio. De sus tabernas salían rumores de palmas y los cantes que acompañaban las palmas”. La niña Mercedes se detenía a escuchar las letras flamencas y de esta afición nació su conocida frase: “En Cádiz no se canta con guitarra. La música se hace con las manos, con el son de las palmas”. 

Pero si había un espacio gaditano bien grabado en su recuerdo infantil era la playa de la Caleta: “La gente hablaba muy quedo, por miedo a espantar la pesca. Los marisqueros se remangaban los pantalones […] Al fondo de la playa se alzaba un Castillo. Los que mariscaban se preguntaban, entre sí.: ‘–¿Habéis visto los techos de las casas? ¿Habéis visto los techos de los Palacios y las Catedrales?’. Todo el mundo sabía que por aquella parte se había hundido una ciudad”.

La familia se marcha a Sevilla en 1924 a causa de un traslado profesional del padre. Mercedes Formica nunca dejará su contacto con Cádiz y volvía cada vez que podía. Como ella decía, nunca perdió el acento. Hizo protagonista a la ciudad de varias de sus obras y sus recuerdos quedaron inmortalizados en sus memorias publicadas con el título Pequeña historia de ayer, editadas en un solo volumen por Renacimiento en 2020. Amalia Hezode se ocupó de inculcar en sus hijas el camino de los estudios para que fuesen independientes económicamente. No quería ver en ellas su ejemplo de mujer educada a la “antigua”. Así fue como Mercedes Formica llegó a ser la primera alumna en estudiar el bachillerato en un centro religioso de Sevilla y la primera mujer en estudiar Derecho en la Universidad de Sevilla en el curso de 1931-32, estudios que alternó con los de Filosofía y Letras. Por aquel entonces, conoció a Jorge Guillén, su profesor de Literatura, a Federico García Lorca, a Alberti, a Pepín Bello y a Encarnación López, la Argentinita. 

El divorcio de los padres se produjo en el otoño de 1933. La Ley de Divorcio de 1932, interesada en proteger los intereses del cónyuge más fuerte, el marido, destrozó la vida de su madre y la de las hijas. El artículo 44, apartado 2º, era deudor del artículo 68 del Código Civil de 1889, que, a su vez, reflejaba lo dispuesto en el artículo 1.880, y siguientes, de la Ley de Enjuiciamiento Civil, al señalar que la mujer, en tal situación, debía permanecer “depositada” en casa ajena, en compañía y al cuidado de un “depositario” escogido, o al menos autorizado, por el marido (aunque este fuese el presunto cónyuge culpable o un maltratador), o en un convento, el tiempo que duraba el proceso que, con apelaciones, se extendía entre siete y nueve años. El domicilio conyugal no existía, sino la “casa del marido”. De modo que la madre y las hijas emprendieron la marcha a Madrid, lugar que solicitó el marido al juez y este aprobó (por encontrarse allí residiendo la abuela materna de Mercedes Formica). La parte vencida por la ley se vio obligada a emprender una vida lejos del ambiente que había frecuentado, de amistades y familiares, como si se tratase de una “muerte civil”. Los hijos quedaron bajo la custodia materna y la patria potestad paterna; sobre el único hijo varón, José, de seis años, se acordó su envío al internado Christian Brothers de Gibraltar, y que pasara los períodos vacacionales, alternativamente, con sus padres (cláusula que no se cumplió para la madre). La liquidación de la sociedad de gananciales no se realizó debidamente y los bienes fueron vendidos o disimulados. 

Mercedes Formica continuó sus estudios de Derecho en la Central de Madrid, los cuales se vieron interrumpidos por el estallido de la Guerra Civil. Los retomó, estando ya casada con Eduardo Llosent y Marañón, impulsor de muchas figuras de la generación del 27, y los terminó en 1949. A partir de ese momento, desarrolló una brillante carrera como abogada y jurista, hasta el punto de iniciar en los años cincuenta una campaña, en solitario y en constante vigilancia, por los derechos de las mujeres, de la infancia y, en general, de las personas sometidas a la influencia de quienes ostentaban la fuerza, que arrancó con la entusiasta recensión que hizo en España del ensayo El segundo sexo de Simone de Beauvoir en 1949, de difícil circulación, y la publicación el 7 de noviembre de 1953, en ABC, tras tres meses retenido por la censura, del artículo “El domicilio conyugal”, en el que denunciaba abiertamente la violencia machista. Desde las páginas del periódico The New York Times, la revista Time o The Daily Telegraph se lanzaron elogios hacia el arrojo y la valentía de la gaditana, que pedía la igualdad en las leyes. A pesar de que intentaron quitarla de en medio hasta en tres ocasiones, este camino tuvo un dulce final que llegó el 24 de abril de 1958 con la reforma del Código Civil, la primera llevada a cabo para incluir derechos a las mujeres desde la promulgación de este cuerpo legal en 1889, que afectó a otros cuerpos legales como la Ley de Enjuiciamiento Civil, Código de Comercio y Código Penal, la “reformica”, como la bautizó el abogado Antonio Garrigues. 66 artículos que mejoraron la vida de las mujeres españolas y allanó el camino para futuras reformas, las cuales serían una realidad ya en la democracia.  Entre otras medidas, se suprimió el “depósito de la mujer casada” y la “casa del marido” pasó a denominarse “domicilio conyugal”. Si se llegaba a pedir la separación, la justicia determinaba quién se quedaba en la casa teniendo en cuenta el bienestar de los menores de edad, así las mujeres ya no eran las que debían abandonarla en todo caso; la viuda que se casaba en segundas nupcias no perdía los hijos del primer matrimonio; los bienes que poseía la esposa antes del matrimonio eran siempre suyos, sin que pasasen a manos del marido, y, los del matrimonio, podían venderse o disponer de ellos con el consentimiento “expreso” de la mujer; el adulterio “de cualquiera de los dos cónyuges” se consideró causa de separación (no solo ya de la mujer, aunque seguía siendo delito); la mujer dejaba de ser equiparada con niños, enfermos y delincuentes, reminiscencia de la imbecillitas sexus, que le impedía ser testigo en los testamentos y ejercer los cargos de tutor y protutor, etc. Toda una Odisea feminista en plena dictadura. En Cádiz se le puso un busto, por el centenario de su nacimiento en 2013, en la Plaza del Palillero, junto al Centro Integral de la Mujer, pero se quitó y se ocultó en octubre de 2015. No conocían su vida, su obra ni sus circunstancias…

Aunque Formica necesita ser más (re)conocida, poco a poco van dándose pasos a fin de saldar la deuda de gratitud que la sociedad posee con ella. En Madrid, en 2017, el Ayuntamiento regido por Manuela Carmena le dedicó una calle; el programa ‘Objetivo Igualdad’, de RTVE, homenajeó el pasado abril su figura en un amplio reportaje; y su obra va rescatándose y saliendo nuevamente a la luz. Además de sus memorias, se han reeditado varias de sus novelas en la editorial Renacimiento: Bodoque, Monte de Sancha (de la que se espera nueva edición en los próximos meses), La ciudad perdida, El secreto y A instancia de parte. Próximamente, se editará La infancia, una biografía de más de trescientas páginas y, sobre todo, su obra inédita

Mercedes Formica, gaditana, luchadora incansable contra las injusticias, un valioso referente por la igualdad.



Miguel Soler Gallo, profesor de la Universidad de Salamanca e impulsor del legado de Mercedes Formica

 


 

Envíanos tus vídeos, fotos, denuncias y noticias por WhatsApp (645 33 11 00)


 

banner 300x300px f686e

Portal de Cádiz Social