Rafael Zornoza, Obispo de Cádiz / Trekant Media

Rafael Vez Palomino, canónigo de la Catedral de Cádiz, ha escrito una carta a través de las redes sociales para expresar su indignación ante unas declaraciones realizadas por el ecónomo Antonio Diufain, ecónomo del Obispado de Cádiz, cuando expresó que "La diócesis de Cádiz está ahora totalmente saneada" en un artículo publicado anteriormente por La Voz de Cádiz.

Rafael Vez lleva 27 años como sacerdote y es licenciado en Sagrada Liturgia, Profesor del Seminario Diocesano, párroco de Santa Catalina de Alejandría de Conil de la Frontera y Administrador Parroquial de San Ambrosio, El Palmar, Vejer.

La carta que ha escrito es la siguiente:


NO CREO QUE SANEAR SEA EL TÉRMINO ADECUADO.- ¿Restituir la salud a una persona, un animal o un organismo que estaba enfermo? Lamento no coincidir con esa euforia, con aires de prepotencia, que destila la información presentada en la Voz Digital.

He visto sufrir a un obispo jubilado en la puerta de un Juzgado, sin temblarle el paso firme, acompañando de unos pocos de curas, a los que se insistió que no le acompañasen.

He visto no temblarle la voz al decir en voz alta que volvería a hacer lo que hizo por sus gentes, por los más desfavorecidos.

He visto cuestionar el trabajo de muchos buenos y santos sacerdotes.

He visto el desprecio constante y humillante a las palabras y gestos de sacerdotes.

He visto la soledad de muchos en medio del sufrimiento.

He visto el mirar a un lado, y el 'no sé-no entiendo', de aquellos que tenían responsabilidad y posibilidad de parar todo esto.

He visto llorar a familias humildes y trabajadoras, gente buena, que lo han perdido todo.

He visto el trato vejatorio dado a los trabajadores del Obispado, Cáritas y algunas Parroquias, a la hora de despedirlos.

He visto llorar a jóvenes y mayores injustamente, sin comprender actuaciones.

He visto familias destrozadas y en la ruina.

He visto acampar, en estos últimos tiempos entre nosotros, el miedo, el silencio, la constante sospecha, el desprecio.

He visto el control férreo a todo lo que se hace, el buscar información por detrás, por la espalda, con Decretos, cuestionando la honradez y la confianza puesta en muchos.

He visto cómo el ansía de dinero ha campado a sus anchas.

He visto cómo se sangra a las economías de las parroquias, que a duras penas se sostienen. 

He visto como se deniegan ayudas a unos, pero a otros, los que son de los nuestros, se les conceden.

He visto muchas cosas.... y NO ME PIENSO CALLAR.

¿Sanear dejando profundas heridas abiertas?

¿Sanear haciendo daño a muchas personas sencillas y humildes?

¿Sanear echando a tantos trabajadores, con trato vejatorio y de malas maneras, llegando "in extremis" a acuerdos prejudiciales, para no salir en la prensa?

¿Sanear generando un ambiente de desconfianza sobre todo y sobre todos? ¿Sanear echando por tierra el trabajo de los demás?

¿Sanear colocando a "amigotes y conocidos"?

¿Sanear "exprimiendo" al pobre? ¿Sanear con dinero que no era nuestro?

Perdonen pero una economía que no se pone al servicio del hombre no es sana.

Cuando se coloca en el vértice los beneficios de la empresa y se olvida a la gente que forma parte de ella, esa economía no es SANA.

Cuando la Iglesia se maneja con los dictámenes de una empresa pura y dura, olvida lo esencial, que es una FAMILIA. Lo importante no son los beneficios, sino las personas que la componen. Que lo que debe reinar es la CARIDAD.

No soy un iluso al pensar que el dinero no es necesario para nuestra labor. Sin él, muchas cosas no podrían realizarse. Pero más importante son las personas, por ellas apostó SIEMPRE Jesús de Nazaret, aunque ello le supusiera pérdida.

Nuestra Diócesis no estaba enferma. Quizás lo que se ha generado ahora con todo este proceso sanador, sí necesite CURACIÓN.

El daño que se ha hecho a las personas sencillas y buenas, o incluso necesitadas de mejora, tardará en cicatrizar muchos años. Y el dolor que se ha inflingido en los humildes marcará su corazón para siempre.

Creo que aún estamos a tiempo de parar todo esto. 

Que la gente pueda alzar la voz sin miedo y decir cómo se siente, cómo está.

Nos han robado la ilusión y la esperanza, sembrando miedo y desconfianza, pero estoy convencido de que no nos robarán la LIBERTAD.

Rafael Vez Palomino

 


 

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